Los payasos y tragafuegos en las esquinas dan tristeza.
En cada cruce, los peatones desafían a máquinas rugientes, que otros dicen haber domado y manejan sin respeto.
Hacemos malabares, que no dejan satisfecho a nadie, con nuestros ingresos.
Y caminamos por la cuerda floja en la oscuridad de las calles, con el alambre de seguridad alrededor del cuello.
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