Después de muchas pruebas en laboratorio lograron sintetizar la sustancia ideal para construir la embarcación. Botaron la nave y la bautizaron con la consabida champaña.
La botella, al estrellarse, reveló el inesperado efecto del agua de mar sobre el nuevo material: múltiples grietas aparecieron y avanzaron sobre la superficie del casco, mientras el barco se hundía lentamente ante la incredulidad general.
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